domingo, 28 de septiembre de 2008

NAPUS. PRIMERA PARTE


Cuenta una leyenda de los algonquinos (indios americanos) que una muchacha llamada “Mujer de la Pluma” se enamoró del hijo del sol y la luna, Estrella de la Mañana. Una noche contemplando el cielo estrellado, fue raptada por su él, que también estaba enamorado de ella.

Vivían muy felices hasta que la Luna entregó a la muchacha una pala para que recogiera raíces, dejándole claro que no podía arrancar la raíz del nabo gigante que tapaba el agujero para ir al País del cielo, pues traería una gran desgracia al mundo.

Pasado un tiempo y muerta de curiosidad, desenterró la raíz de nabo ayudada por dos grullas, dejando al aire el gran agujero.
Estrella de la Mañana, decepcionado por su actitud, devolvió a la tierra a su amada por haber cometido el pecado de desenterrar la raíz sagrada.

Mujer de Pluma esperó toda su vida a su amado, sin lograr que regresara junto a ella.


En esta leyenda el nabo simboliza la felicidad y nos puede resultar curioso tomar como protagonista de una historia a un nabo, pues se trata de una hortaliza poco valorada en nuestros días.

Evidentemente la concepción actual de estas raíces no es la misma que la que se tenía en otros tiempos, pues a lo largo de la historia ha sido fuente de alimentación para muchos pueblos y, hasta la llegada de la patata, ocupó un puesto muy importante en las cocinas.
Sabemos que era frecuentemente consumida por los antiguos griegos y romanos, aunque veremos que no gozaba de gran fama. Esta raíz bulbosa tiene como característica principal su fácil conservación después de ser cosechada, factor muy importante en aquella época. No obstante, hoy en día, los países muy fríos siguen los pasos de los clásicos, siendo sus principales consumidores.


Para los griegos y romanos presentaba otras características que la colocaban entre las hortalizas favoritas:
  • El número de variedades era muy amplio e incluso, crecía de forma silvestre, por lo que siempre podían recurrir a ellos.
  • Gracias a ellos se podían alimentar tanto los hombres, como los animales, pues a las mesas se servían las variedades más tiernas, frescas y dulces, frente a los nabos de mayor tamaño que eran empleados como forraje.
  • Sus propiedades curativas y preventivas eran bien conocidas.
  • Las posibilidades de cocinado eran muy amplias, por lo que jugaban un papel importantísimo.
Veamos esta semana las variedades y los nombres que les daban los antiguos griegos y romanos utilizando para su desarrollo las fuentes clásicas:

VARIEDADES CONOCIDAS

Sabemos que el nabo presenta en la actualidad unas 400 variedades, muchas de ellas conocidas ya por los antiguos.


Al leer el libro IX de Ateneo, Banquete de los eruditos, encontramos diferentes denominaciones para estas hortalizas:

“Los lacedemonios las llaman gástrai (panzas) […] los beocios dan el nombre zekeltídes a las nabas. […] En cuanto a la palabra rháphus (nabo), Glauco, en su tratado culinario, la escribe rhápys, con –p-, si aspiración. No se les asemeja ningún otro vegetal, salvo el que ahora llamamos bouniás (nabo común). Teofrasto no menciona el término bouniás aunque habla de una “naba macho” (árrên gongylís: nabo redondo) y quizás se trate del bouniás”

Entre los romanos encontramos la palabra napus o la más frecuente, rapa. Varrón, Lingua Latina, V, 108 explica la etimología de la palabra rapa con estas palabras: “El nabo, dado que se arranca (eruitur) de la tierra para cocerlo, tuvo la denominación de ruapa, de donde ha procedido rapa”
Estas nomenclaturas latinas forman parte de los nombres científicos de algunas de las especies, Brassica napus el nabo común y el de Brassica rapa el nabo redondo o naba. Con respecto a las especies, Teofrasto, Hª de las plantas, VII 4,3, afirma que “hay dos especies de naba, macho y hembra; nacen ambas de la misma semilla”.
Se podían cultivar, para ello Catón, De agricultura, VI da recomendaciones sobre el tipo de tierra que potencia su cultivo: “si el lugar es neblinoso se debe sembrar principalmente, nabos, rábanos, mijo,...” En los mismos términos habla Catón , Rerum rusticarum, I, 24, 7. El mismo autor en I, 40,1, afirma que “la simiente vieja vale en algunos vegetales, e incluso, cambia de especie; así la simiente vieja de la col, sembrada, dicen que de ella nacen nabos, y al contrario, de la de los nabos, col”

También podían ser silvestres, así Posidonio en sus Historias, 26 comenta la existencia de nabas silvestres: “en Dalmacia se producen nabas sin cultivar y zanahorias silvestres”

Dioscórides, Plantas y remedios medicinales, II, 110 habla de la naba silvestre, “nace en las tierras de labor. Es una mata de un codo de altura, muy ramosa, lisa en la extremidad y con hojas lisas, la raíz de un dedo de grosos e incluso mayor, con un fruto en hollejos caliciformes, dentro de cuyos pericarpios abiertos hay otros a modo de cabezuelas, donde están unos granillos negros, aunque si se rompen por dentro son blancos”


La semana próxima las fuentes clásicas nos descubrirán las formas de servir los nabos y todas sus propiedades curativas.


Plurimam salutem!



*Imágenes propias



domingo, 21 de septiembre de 2008

EL OTOÑO Y LOS HÁBITOS DIETÉTICOS SEGÚN LOS CLÁSICOS



“En otoño, por la variabilidad del tiempo, se está expuesto a grandes peligros; por eso no debe salir nunca sin ir calzado y vestido, principalmente en los días en el que el tiempo haya refrescado. Tampoco se debe pasar la noche a la intemperie, y en el caso necesario se habrá de ir bien tapado”, con estas palabras describe Celso en Los ocho libros de la medicina, I la llegada de la época otoñal y qué se debe de hacer para prevenir las enfermedades producidas por los cambios estacionales.


En estas líneas vemos reflejada una de las características de la medicina en el mundo antiguo, la prevención de las enfermedades con buenos hábitos dietéticos, además de la curación.


Siguiendo este principio, Hipócrates comenta queEn cada estación hay que variar cada uno de los hábitos dietéticos poco a poco (Hipócrates. Sobre la dieta, 68).


Así pues, teniendo en cuenta que el próximo martes 23 de septiembre entramos en la época otoñal, veamos qué recomendaciones nos proporcionan los clásicos para llevar unos buenos hábitos dietéticos para esos días de transición de verano a otoño, pues estas costumbres se deben de llevar a cabo poco a poco:


“Continúese con este régimen de vida hasta el solsticio, de modo que durante este tiempo se suprimirá todo lo que es seco, cálido, negro y sin mezcla, y los panes; a no ser un poco de pan que se tome por placer. Y en el tiempo suficiente se nutrirá de alimentos suaves, húmedos, refrescantes, blancos y puros, hasta la aparición de Arcturo y el equinoccio, noventa y tres días” (Hipócrates. Sobre la dieta, 68)


Ya llegado el otoño se aconsejaba:

“Se puede empezar en esta época a comer con más abundancia: se beberá menos vino, pero no se necesitará aguarlo tanto. Se ha pretendido que las frutas eran nocivas, porque por lo general se come de ellas inmoderadamente durante todo el día, sin restringir en nada la alimentación ordinaria; pero no son las frutas las que dañan, sino, como en todo, el exceso, e incluso tiene menos inconvenientes el abuso de las frutas que el de otros alimentos, sin que esto sea una razón para entregarse más bien a éste que a otro cualquier exceso, y si tal sucediese habrá que disminuir la comida habitual. En verano y otoño los placeres de Venus son contrarios(Celso, Los ocho libros de la medicina, I)


El paso del otoño al invierno también precisa de una preparación, para ello Hipócrates, Sobre la dieta, 68 nos recomienda:

“A partir del equinoccio hay que llevar la dieta siguiente, acomodándola gradualmente en otoño para el invierno, previniéndose de los cambios de fríos y sol con un vestido grueso. Durante este tiempo, tras hacer vestido los ejercicios preliminares, practicar las fricciones y la lucha untados de aceite, adaptándose poco a poco. Y darse los paseos al sol. Tomar baños calientes, suprimir los sueños durante el día, y tomar alimentos más cálidos y menos húmedos y puros; y bebidas más oscuras, suaves y no aguadas, y hortalizas secas en menor medida, y continuar así en toda la dieta suprimiendo los alimentos de verano; y adoptar los de invierno, pero no en extremo, a fin de acercarse lo más posible a la dieta invernal en cuarenta y ocho días, desde el equinoccio hasta el ocaso de las Pléyades”


Tras la lectura de las fuentes clásicas hemos podido comprobar que en el equilibrio está la virtud.


Desde este blog deseamos a nuestros pacientes seguidores el mismo equilibrio para su salud que el que vamos a alcanzar dentro de tres días a nivel planetario con el equinoccio de otoño.


“El otoño enseguida se presenta:

viene en su compañía el dios de las viñas,

y detrás las tormentas

y borrascas,

Vulturno atronador, y el

Austro, fuerte en rayos”

(Lucrecio, De rerum naturam, V)


Plurimam salutem!

* Imágenes propias.



domingo, 14 de septiembre de 2008

¡POR NUEVAS ILUSIONES!

Con la llegada de septiembre siempre parece que comienza una etapa, nuevos proyectos, nuevas ilusiones,...

Todo ello bien merece un brindis a la manera clásica, “mezclemos el vino mientras elevamos una plegaria a los dioses, ya sea Dionisio, ya Hefesto, ya cualquier otro dios el que haya obtenido este honor de recibir la mezcla” (Platón, Filebo, 61, b-c)

Se trata de una costumbre muy vinculada a la antigüedad, aunque su etimología la encontramos en la palabra alemana ich bring dir'syo te lo traigo”, frase que los soldados germánicos del emperador Carlos V pronunciaron para conmemorar su triunfo en Roma.

En latín, el término para brindar es “propinare”, procedente del griego προπίνω, “beber antes, beber a la salud de alguien”, de donde, según Benito Jerónimo Feijoo, II, Carta 14, podría venir dicho verbo: Después de todo no hallo verosímil, que el verbo castellano Brindar se derivase del latino propinare, que propísimamente significa lo mismo. Así Paseracio explica el verbo propino propinas de este modo: Praebibo, poculum praegusto, & deinde alteri trado. Y no es menester mucha corrupción para que la voz Propino se haya formado el verbo Brindo, v.gr. propino, broino, brino, brindo

Varias son las teorías que intentan explicar el origen de la costumbre del brindis, destacar por ejemplo:

  • Su origen se encontraría en la Grecia antigua, como muestra de amistad. Se dice que, en caso de envenenamiento, todos los que bebían de una única copa corrían la misma suerte.
  • Se cree que en mundo antiguo, los comensales pedían más bebida a sus esclavos llamando su atención con el ruido que producían las copas al colisionar o al golpearlas.
  • O quizá fuera una manera de pedir protección a Dionisio, despertándolo de su sueño etílico con el choque de las copas.

Los brindis en el mundo grecorromano cerraban el simposium o la cena como símbolo de unión y celebración conjunta. Sólo podía participar el sexo masculino, se caracterizaba por utilizar una misma copa, iniciando la ronda de izquierda a derecha y bebiendo su contenido de un trago.

“Dedicar brindis de izquierda a derecha, e invitar, llamándolo por su nombre a aquel a cuya salud quiere beber”

(Critias, Elegías, II, 6)

Jamás se consumía vino puro, sino que lo mezclaban con agua en una cratera:

“Y traía una resplandeciente cratera el heraldo Ideo, así como copas de oro”

(Homero, Il, III, 247-48)

“Por otra parte, los nobles heraldos reunieron las ofrendas para el juramento de lealtad a los dioses y en una cratera mezclaron el vino”

(Homero, Il, III, 268-70)

Recordar las palabras de Paseracio: “Praebibo, poculum praegusto, & deinde alteri trado: brindará, probará de antemano la copa y después la pasará a otro

Podían ser patrióticos, galantes, religiosos, amistosos,...y se llevaban a cabo conjuntamente con una libación a los dioses:

“Cuando la noche aconseje el plácido sueño, tomad en la mano vino abundante, en el momento de rezar vuestras plegarias y decid derramando el vino con las palabras sagradas: Por vosotras, por ti, padre de la patria, César Óptimo

(Ovidio, Fastos, II, 635)

“¿Por qué te retrasas, muchacho, en escanciar el inmortal Falerno? Duplica tres copas de un cántaro más antiguo. Ahora dime: ¿Quién será el dios en cuyo honor te ruego, Cataniso, que me sirvas seis ciatos? “Será César

(Marcial, Epigramas, IX, 93)

“Escancia muchachito diez mil ciatos en honor de dioses y diosas; luego, en añadidura a todos ellos, una porción doble para la augusta diosa y el dulcísimo rey

(Ántífanes, Los Gemelos, II, 81)

“Ea, tráeme ya, muchacho, una copa, para brindar de un sorbo! Echa diez ciatos de agua, y cinco de vino, que quiero con comedimiento festejar de nuevo a Baco

(Anacreonte, 356)

Por Dioniso, al que tú sorbes mitad a mitad”

(Jenarco, VII, 9)

Los brindis había que ofrecerlos a alguien, pero era necesario desear a todos los presentes buena salud, teniendo en cuenta que el vino, con moderación y aguado, se consideraba beneficioso para la realizar la digestión:

“Yo decreto que beba una copa tras el lavamanos en honor a Salud, sirviéndose de un copero muy poco aguado”

(Antífantes, Melanión, II, 147)

“Tú Enómano, cinco y dos, salud. [Se refiere a las proporciones de vino y agua a mezclar] ¡Ojalá que nos hagamos tú y yo compañeros de bebida!”

(Nicócares, La irreprochable, VII, 2)

¡Salud, Dionisio!”

(Éupolis, Las cabras, V, 6)

“¡Yo bebo a vuestra salud tres copas llenas, mezcladas mitad a mitad!”

(Alexis, Dorcis, II, 59)

Nos cuenta Ateneo en su libro X que los lacedemonios no tenían la tradición de brindar:

“También esto es costumbre en Esparta y práctica establecida, beber de la misma copa portadora de vino, y no ofrecer brindis llamando a nadie por su nombre, ni haciendo ninguna ronda de la compañía de izquierda a derecha...

[...] En efecto, los brindis más allá de la medida de las copas aunque en el momento agradan, proporcionan dolor para el resto del tiempo. El régimen de vida lacedemonio, en cambio, está instituido de un modo regular: comer y beber con moderación, para ser capaces de pensar y afrontar las fatigas”

(Critias, Elegías, II, 6)

En el mundo romano existía la costumbre de beber por la salud de una persona tantas copas como letras tenía su nombre:

Lemniselene: Vamos, chaval, da comienzo la fiesta; sirve siete copas por cabeza, comenzando por la izquierda.

Tóxilo: Vamos, Pegnio, mueve las manos, date prisa. Estás tardando mucho en pasar las copas. Venga dámelas. ¡A mi salud, a la vuestra, a la de mi amada! [...] ¡A la salud de todos nosotros!

Lemniselene: ¡A la salud de los que envidian mi dicha y de los que se alegran de ella!

(Plauto, Persa, V, 1)

“Escancia el inmortal Falerno; tales votos reclaman un cántaro de vino viejo. Bebamos cinco, seis y ocho vasos para que sea completo el nombre de Cayo Julio Próculo

(Marcial, Epigramas, XI, 36)

Sagarino: ¡A tu salud.[...] A vuestra salud, a la tuya, a la mía y también a la de la nuestra querida Estefanía! Bebe de una vez.

(Plauto, Estico, IV, 4)

“Esta copa colmada, tras nombraros a todos a una, la beberé yo a la salud de mis parientes, como prueba de amistad

(Brindis de Ulpiano)

Se sabe que para los antiguos el brindis jugaba un papel importante, pues todos los sentidos se veían reflejados en él. El gusto, al saborear el vino mezclado con agua, algunas veces de nieve, de mar o de lluvia, con miel, con especias o perfumados con aromas de flores, reducidos mediante su cocción para que se consumiera el alcohol o clarificados con harina de habas o claras de huevo muy batidas. El olfato, al descubrir los aromas proporcionados por las mezclas.

La vista, al percibir los colores del vino en sus diferentes formas: negros, blancos, rancios, dulces, especiados, resinosos, perfumados (de rosas, de violetas), ahumados, hidromiel (agua de lluvia y miel), añejo, mulsum,...

El tacto, al sostener las copas destinadas a brindar. Con el choque de los portadores del divino caldo, el sentido del oído podía acceder también a la sensualidad del brindis.

Alcemos nuestras copas al cielo y hagamos que todos nuestros sentidos participen de esta nueva etapa:

“Ya es momento de beber, ya es momento de golpear el suelo con ritmo sin cadenas. Ya era hora de poder adornar el lecho de los dioses con los manjares salios, compañeros.”

(Horacio. Odas. XXXVII. 1-5)

Prosit!

Plurimam salutem!

N.B: En particular desde DE RE COQUINARIA queremos brindar por la puesta en marcha de un nuevo proyecto la CREACIÓN DE UN AULA DIDÁCTICA PERMANENTE DEL MUNDO CLÁSICO EN SAGUNT. Proyecto en el que van a trabajar conjuntamente la Consellería de Educación de Valencia, el ayuntamiento de Sagunt y los talleres de cultura clásica de Sagunt. ALCEMOS NUESTRAS COPAS PARA DESEAR UN FUTURO COMPARABLE AL PASADO CLÁSICO. FELICIDADES A TOD@S N.B: Amparo, muchas gracias por tu información sobre Benito Jerónimo Feijoo.

*Imágenes propias