domingo, 25 de noviembre de 2012

OVISPEX Y EL VALOR MÁGICO DE LOS HUEVOS.





 Hace un tiempo hablamos sobre un tema que continúa vigente hoy en día, la eterna pregunta ¿qué fue antes el huevo o la gallina?,  respuesta que seguimos sin tener clara.

En esta ocasión vamos a centrarnos en otra curiosidad, el uso adivinatorio de los huevos en el mundo antiguo.
Con el nombre de ovomancia y ooscopia, según el autor Hermágoras de Anfípolis, se conocen a las técnicas que se pensaba que fueron inventadas por Orfeo, para predecir el futuro a través de los huevos.

La ovomancia, también llamada oomancia, consistía en el estudio de la clara del huevo tras ser sumergida en agua  y la ooscopia en colocar un huevo sobre el fuego a calentarlo para observar su comportamiento, es decir, si estallaba o sudaba y así extraer conclusiones para  predecir el futuro como nos cuenta Persio, Sat. V, 185:

“Los sacerdotes que realizaban un sacrificio para obtener predicciones, tenían la costumbre de observar si el huevo colocado sobre el fuego sudaba en la parte superior o inferior. Si se rompía, anunciaba un peligro para aquel para el cual se cumplía la cosa o para su patrimonio”

Se trataba de una técnica antigua, de la que de nuevo Persio habla en la Sat, V, en ella menciona los temores y peligros que podían ocasionar la quiebra de los huevos al ser calentados: “las negras larvas y los peligros anunciados por la ruptura de los huevos”

De nuevo nos repite Persio, Sat. V ese mal augurio que proporcionaba la ruptura de un huevo:

“Por un lado, las negras sombras de los aparecidos y los augurios de desgracia por haber roto un huevo; por otro, los enormes sacerdotes de Cibeles y la bizca sacerdotisa de Isis con su sistro te infundirán el temor de que los dioses te hinchen tu cuerpo, si por la mañana no comes tres veces la tradicional cabeza de ajo”

El sacerdote que llevaba a cabo estos augurios era el ovispex, persona que practicaba la técnica adivinatoria de inspeccionar las entrañas de los huevos y su reacción ante el calor, “Qui vel quæ viscera ovium inspicit”, es decir, Ovorum inspector”, según leemos en Isidoro.

Pese a existir la figura del ovispex, Suetonio, Tiberio, XIV, 2 nos narra una curiosa anécdota. Livia, la madre de Tiberio y esposa de Augusto, conocida por su inclinación hacia la magia, empleó la ooscopia para saber el sexo de su hijo:

”Después de ocho años de ausencia, volvió, pues, a Roma, con grandes esperanzas para lo por venir, fundadas en los prodigios y predicciones que desde tierna edad le habían llamado a los altos destinos. Estaba, en efecto, Livia encinta de él, y quería saber por diferentes presagios si daría a luz un varón; quitó un huevo a una gallina que incubaba y calentándolo en sus manos y en las de sus criadas el tiempo necesario, salió al fin de él un pollo con una hermosa cresta

En el mismo sentido nos habla Plinio, HN, X, 154, aunque matiza que parece que era un método que se había puesto de moda entre las mujeres (hoc usa est puellari augurio), hecho que explicaría por qué Livia no acudió a la experiencia de los ovispices sino que fue ella misma la que lo llevó a cabo por ser gran amante de la adivinación:

”Julia Augusta, en su juventud casada con Nerón y embarazada de Tiberio Claudio César, deseando mucho dar a luz a un varón, utilizó una técnica adivinatoria usual entre muchachas: calentar un huevo en su seno y, cuando tenía la necesidad de dejarlo, se lo entregaba  a una nodriza para que lo incubara en el suyo para que no perdiera calor; conjuro que no hizo en vano”

El por qué del empleo del huevo en la adivinación y su vinculación al nacimiento de un nuevo ser podría tener su justificación en la idea de considerar, a lo largo de la historia, al huevo como principio de la vida, emblema de la inmortalidad y la resurrección.

Quizás por ello, son varios los nacimientos de personajes legendarios famosos a través de los huevos, como por ejemplo el de Helena de Troya, Castor y Pólux, de un huevo puesto por Leda tras ser seducida por Zeus metamorfoseado en cisne. Leda colocó el huevo sobre las cenizas todavía calientes de un altar, de manera que el calor propició su nacimiento. De este huevo nació Helena, que según Ateneo II 57 f:”el huevo del que nació Helena cayó de la luna”.

En honor a este hecho se utilizaban según nos ha transmitido Isidoro de Sevilla XVIII, 29, siete huevos como ornamento en el circo:

 “en honor a Cástor y Pólux, quienes no se avergonzaban de creer que habían nacido de un huevo de cisne, animal en el que se había transformado Júpiter”

No obstante, no es el único nacimiento legendario también nos cuenta Ateneo que “los hijos de Molione, los maté de la misma edad, de cabezas iguales, constituidos en un mismo cuerpo, ambos nacidos en un huevo de plata”. Se refiere a los gemelos Éurito y Ctéato, nacidos de Molione y Posidón, muertos por Heracles.

Además de nacimientos prodigiosos, el huevo presentaba otros valores mágicos como la fertilidad, según leemos en Plinio, XXX, 131: 

“Sorber el contenido de los huevos, favorece la fecundidad y hasta la abundancia de leche

Aunque no todos los huevos proporcionaban excelencias, pues según Plinio soñar con un huevo blanco era buen presagio, con uno roto era ruptura matrimonial. A su vez Plinio, X, 32 y XXX, 130 nos cuenta que:

”Si las mujeres embarazadas comen un huevo de cuervo, expulsan el feto por la boca y paran con gran dificultad si se llevan a la casa huevos de cuervo”

De nuevo Plinio, XXVIII, 19 nos explica por qué la costumbre en los banquetes de destrozar las cáscaras de los huevos consumidos con una cuchara especial:

Todo el mundo ha tenido miedo de ser embrujado con plegarias de mal agüero. A esto se debe la costumbre de romper inmediatamente las cáscaras de huevo que uno ha sorbido y las de los caracoles o de agujerearlas con las mismas cucharas”

A su vez sabemos que el huevo presentaba un poder curativo y purificante, por lo que era empleado como elemento lustrativo. 

Así podemos leerlo en diversos autores.

Juvenal, Sátira, VI, 516:

“Gritando desaforadamente le aconseja que tema la llegada de septiembre y del austro, a no ser que se haya purificado con cien huevos (centum lustraverit ovis)”

Ovidio, Ars amatoria, II, 329:

Y que venga una vieja para purificar el lecho y la habitación, y llevando en su mano temblorosa azufre y huevos”.

Apuleyo, Asno de oro, XI, 16, 6:

El sumo sacerdote, después de pronunciar con sus castos labios las solemnes oraciones, purificó la nave con toda la pureza de una antorcha encendida, un huevo y azufre: la puso bajo la advocación de la diosa  y se la consagró”

Era frecuente ofrendar huevos en las tumbas de los muertos, conjuntamente con lentejas y habas. Además, eran servidos en el silicernium, comida fúnebre llevaba a cabo después de un entierro en el que, tras sacrificar una cerda a Ceres (porca praesentanea), se servían huevos, apio, habas, legumbres, lentejas, sal y aves de corral.
 
Petronio, Satiricón, 65 y 66, nos describe la cena fúnebre que celebró Escissa en honor a uno de sus esclavos, al que a título póstumo concedió la libertad, en ese banquete se sirvieron  muchos alimentos, entre ellos los huevos:

“Bueno, pero ¿qué es lo que habéis cenado?-pregunta Trimalción: Recuerdo que empezamos por un cerdo coronado con salchichas; a su alrededor había morcillas y además butifarras, y también mollejas muy bien preparadas; todavía había alrededor acelgas y pan casero, de harina integral, que, para mí, es mejor que el blanco. […] el plato siguiente fue una tarta fría cubierta de exquisita miel caliente de España. […] a su alrededor había garbanzos y altramuces, nueces a discreción y una manzana por persona. […] Como plato fuerte tuvimos un trozo de oso. […] si el oso puede comerse a la humana criatura con mayor razón el hombre puede comerse al oso. Por último tuvimos queso tierno, mistela, un caracol por persona y unos trozos de tripa, y unos higadillos al plato, y huevos con caperuza y nabos, y mostaza y un plato de mierda: ¡Basta ya Palamedes! (* frase que se empleaba para finalizar las enumeraciones) También pasaron una bandeja con aceitunas aliñadas. […]En cuanto al jamón se lo perdonamos”.

Para terminar comentar que en la actualidad se siguen empleando estas técnicas adivinatorias para la predicción del futuro.

Próximamente contaremos más cosas sobre los huevos. 

Si os animáis…nos vemos en breve

Plurimam salutem!


*Imágenes propias

domingo, 18 de noviembre de 2012

X JORNADA DE CULTURA CLÁSICA DE SAGVNTVM

Pese a que comenzó el día con una lluvia insistente, los dioses Olímpicos se aliaron para que la X Jornada de Cultura Clásica de Saguntum fuera un éxito.

Un momento de reencuentro con personas queridas que sienten pasión por el mundo antiguo y a las que el mal tiempo no les asusta.

La mañana se desarrolló a la perfección, unas conferencias tan excepcionales que incluso Helios decidió unirse a ellas. 




Por la tarde, se llevaron a cabo diferentes talleres clásicos:

1. Plaza de los dioses. Kike Martínez

2. Danzas griegas. Gemma López

3. "Gesto y Texto". Gemma López


4. παίζομεν ἐλληνιστί. Mario Díaz
 

5. Multi Ludi Latine. Antonio González y Germán González

6. Ubi tu Gaius, ego Gaia. Amparo Moreno

7. A Sapore ad Sapientiam. Charo Marco

8. Incipit Titivillus. Salva Muñoz

9. Tessellae. Lluïsa Bouché y Resu García



De Re Coquinaria quiso estar en la X Jornada.

En esta ocasión el taller titulado A SAPORE AD SAPIENTIAM, "del sabor a la sabiduría", versó sobre cómo era un banquete romano, sus preparativos y su realización, haciendo hincapié en la habilidad que tenían los antiguos  para estimular los sentidos a través de una puesta en escena a modo de representación teatral envuelta de mágica y supersticiones. 
El objetivo principal, aunque difícil de conseguir, era intentar descubrir qué sensaciones embargarían a los participantes en un banquete y darnos cuenta que no serían tan diferentes a las que nosotros sentiríamos hoy en día si pudiéramos viajar en el tiempo.
Tras una introducción sobre los condicionantes para llevar a cabo una recepción perfecta, se recrearon todas las acciones que se realizaban en un banquete romano de cierto lujo, tomando como referencia a diversos autores clásicos como Petronio, Horacio, Suetonio, Marcial, Juvenal y Plinio, entre otros. El taller no se hubiera podido impartir sin la implicación y colaboración de sus participantes que fueron los verdaderos protagonistas de la velada. Así pues,
GRATIAS PLURIMAS OMNIBUS AGO!!!

No faltaron los dulces romanos y el vino de rosas para conmemorar el banquete. Como Luciano nos legó:

"Después vienen los brindis y, pidiendo una copa de gran tamaño, bebe a tu salud, a la tuya, llamándote profesor o lo que sea. Tú, por falta de experiencia, tomando la copa, no sabes qué debes replicar y das entonces una impresión de ordinariez.  Por este brindis, sin embargo, te has granjeado la envidia de muchos de sus viejos amigos"


 Nosotros, sí que supimos por quién brindar...por nosotros mismos:

Feliciter, bene omnibus nobis!!!


Para acabar, los asistentes elaboraron dos tipos de sales que se intercambiaron como señal de hospitalidad y amistad. 

No podemos cerrar nuestra entrada sin enseñaros los nuevos delantales del taller y aprovechar para agradecer a José Vicente y Amparo su ayuda en las gestiones. 

¡Muchas gracias a los dos!




De Re Coquinaria quiere aprovechar la oportunidad para agradecer a los participantes en los talleres que hicieron posible el banquete y a todos aquellos que  ayudasteis en dejar todo preparado y limpio.

Enhorabuena a Lluïsa y a Juanvi por hacer posible esta X Jornada. 
Confiemos en que los dioses se vuelvan a aliar para celebrar la undécima.

Plurimam salutem!!



domingo, 11 de noviembre de 2012

PISCATORES Y SU HERENCIA



Si acudimos a las fuentes clásicas descubrimos rápidamente el aprecio de los romanos por el pescado fresco, principalmente para ser ofrecido en los banquetes lujosos a sus invitados. Para ello era necesaria la destreza de unos pescadores (piscatores) que desde pequeños aprendían el oficio y utilizaban unos sistemas de pesca que no distaban mucho de los empleados en la actualidad. 

Junto al pescado capturado en el mar o en los ríos, conocemos la existencia de viveros, de los que ya hablamos en otra ocasión.

Para conocer cuáles eran las cualidades de un buen pescador, Opiano, De la pesca, III, 30, nos dice lo siguiente:

“Ante todo el pescador debería tener cuerpo  y  miembros a la vez ágiles y fuertes, ni excesivamente gordos ni faltos de carne. Porque, frecuentemente, para sacarlos a tierra, debe luchar con poderosos peces, dotados de desmesurada fuerza mientras se mueven y ruedan en los brazos de su madre mar.

Y es necesario que el pescador salte de una roca, y trepe por ella ágilmente; y, cuando el trabajo del mar está en su apogeo, debe recorrer aprisa un largo camino, y zambullirse en lo más profundo, y, permaneciendo entre las olas como sobre la tierna, demorarse en las faenas, en las cuales los hombres en el mar se esfuerzan con intrépido corazón.

También el pescador debería ser de astuto ingenio y sabio, puesto que muchas y variadas son las tretas de que se valen los peces cuando se encuentran con los imprevistos engaños; y debería ser muy audaz e intrépido, y prudente, y no debería amar la saciedad del sueño, sino observar con atención, con su corazón en vela y ojos abiertos; y debería sobrellevar bien la borrasca de Zeus y la estación sedienta de Sirio, ser aficionado al trabajo y amante del mar. Así él tendría éxito en la pesca y sería grato a Hermes”.

Junto a este talante, era conveniente a su vez, buscar la protección divina y en concreto, del dios de mar, Posidón-Neptuno para que todo fuera perfecto y que los pescados capturados no se escaparan de las redes:  

“Cuando los atunes son capturados en batidas realizadas en el Ponto… y cuando, por consiguiente, están ya cogidos en la red y sin poder escapar, todos los pescadores dirigen sus plegarias a Poseidón, ahuyentador de males. Y yo pretendo explicar de dónde le viene al dios este nombre, porque me he preguntado a mi mismo muchas veces qué les indujo a aplicarle este apelativo.  

Piden al hermano de Zeus, dominador del mar, que no permita que pez espada ni delfín lleguen como viajeros acompañantes de la tropa de atunes. Pues, muchas veces, el egregio pez espada rompe la red y hace que toda la multitud de peces escape libre. También el delfín es una criatura nefasta para las redes, porque es también hábil para romperlas”. (Eliano Pesca, XV, 6)

Si con la ayuda del dios marino no era suficiente se podía acudir a Hermes- Mercurio con otra invocación por ser el que proporcionó los trucos para una pesca dichosa: 

“Tú mismo ¡oh señor!, fuiste el primero en idear los artificios de los pescadores de mente prodigiosa, y en revelar la ejecución de los variados procedimientos de pesca, urdiendo el destino para los peces. […]

¡Oh Hermes, glorioso en el consejo, a ti especialmente te veneran los pescadores! Por eso, invocándote a ti con los dioses que ayudan en la captura, yo persigo la gloriosa canción de la afortunada pesca”. (Opiano, De la pesca, III, 1)


Protegidos por los dioses protectores, los piscatores ya podían salir a la captura de peces con todos aquellos instrumentos necesarios para pescar: 

 “Cuatro métodos de captura en el mar han ideado los pescadores. Algunos se deleitan con los anzuelos, y de este grupo unos pescan con largas cañas a las que se han atado un sedal de crin de caballo bien trenzado, otros simplemente arrojan un torzal de lino sujeto a sus manos; y otros se recrean con linos emplomados, o con linos de los que penden muchos anzuelos.
Otros prefieren disponer redes, y de éstas hay las llamadas redes arrojadizas, y las llamadas de arrastre: rastras, y redondeadas redes de bolsa, y redes barrenderas; a otras las llaman redes de cubierta, y con las redes barrederas hay las llamadas redes de suelo, y redes arrojadizas redondeadas, y las corvas redes que pueden contener toda clase de pesca; innumerables son las variadas clases de tales redes de astutos senos. Otros tienen sus mentes más puestas en nasas que proporcionan alegría a sus dueños mientras duermen tranquilamente, y espléndida ganancia les espera con pequeño esfuerzo. Otros con el tridente provisto de largas puntas hieren a los peces desde la tierra o desde una barca, según lo deseen. La medida adecuada y la recta norma de todos  estos instrumentos las conocen exactamente los que efectúan estos trabajos”.  (Opiano, De la pesca, III, 72)

 En esta cita de Opiano, De la pesca, I, 53 se resume perfectamente cuáles serían las técnicas de pesca empeladas en la antigüedad:  

“La fuerza de los pescadores se asienta en endebles cabellos y curvados anzuelos de bronce, cañas y redes”.

No obstante, para profundizar más en el tema, Eliano en su libro Sobre la pesca, XII, 43 nos comenta estos sistemas de captura:

 Hay, según se dice, cuatro métodos de pesca, a saber, la red, el arpón, la nasa y el anzuelo.
 La pesca mediante red proporciona riqueza y se parece a la captura de un campamento y a la toma de prisioneros, y requiere variedad de utensilios, como soga, sedal de lino blanco y negro, cuerda hecha de junco, corchos, plomo, madera de pino, correas, zumaque y una piedra, papiro, cuerno, una nave de seis remos, torno con su manubrio, una kottàné, tambor, hierro, madera y pez. Y caen en la red diferentes especies de peces, en bandadas numerosas y variadas.

La pesca con arpón es la más varonil de todas y requiere un pescador de gran fortaleza. Necesita tener un arpón bien recto de madera de pino, cuerdas de esparto y *** Necesita también un pequeño bote y vigorosos remeros con buenos brazos.
La pesca con nasa es una pesca que requiere mucha astucia y plan bien meditado. Parece poco recomendable  a personas libres. Necesita juncos secos, sauzgatillo, una piedra ancha, áncoras, algas marinas, hojas de junco y de ciprés, corchos, trozos de madera, un cebo y una pequeña barca.

La pesca con anzuelo es la pesca más perfecta y la más apropiada a los hombres libres. Se necesita crin de caballo de color negro, rojo y gris. Si las crines son teñidas, los pescadores eligen las que están teñidas en gris azulado y en púrpura marina. Porque todas las demás -dicen- son malas. Utilizan también las cerdas erectas de los jabalíes, y también el lino y gran cantidad de bronce; cuerdas de esparto y plumas especialmente blancas, negras y polícromas. Utilizan, asimismo, los pescadores lana carmesí y lana teñida de púrpura, corchos,  trozos de madera. Son necesarios también hierro y otros materiales, entre ellos, cañas bien desarrolladas y enjutas, juncos que han sido mojados, tallos de hinojo, frotado, liso, una caña de pescar de madera de cornejo, los cuernos y el pellejo de una cabra. Unos peces son capturados mediante un método, otros con otro.”

A continuación hagamos una relación de todos los métodos de pesca en la antigüedad:

 Para la pesca con redes se empleaba el algodón, junco, cáñamo y lino, atados a corchos, madera de pino y lastres de plomo, piedra o hierro. 

Los tipos de redes encontradas en las fuentes eran la sagena que consistía en dos redes paralelas de mallas anchas entre ellas había otra de más fina pero más tupida.  

La llamada gángamon consistente en un armazón de hierro y una tupida red  en forma de saco que gracias a una soga gruesa se sujetaba a la embarcación. Allí se guardaban las capturas frescas hasta llegar a puerto. 

La hypoché utilizada para aguas no muy profundas. Se trataba de una red abierta que se  empleaba para la pesca de langostinos o camarones.

La cálymma que podría ser una especie de red arrojadiza, pero la información no es muy concreta.

La denominada sphoiron que al lanzarla, caía en forma circular sobre el agua.

Al igual que en la actualidad también tenía un sistema de redes fijas instaladas junto a la costa que interceptaban el paso de los peces guiados hasta allí por los pescadores gracias al empleo del fuego: 

“Al igual que durante la noche los astutos pescadores con sus rápidas barcas guían la pesca hasta la red, llevando encendidas antorchas; y los peces tiemblan al contemplarlas, y no soportan el giratorio destello”. Opiano, De la caza, IV, 140:

Para la pesca con anzuelo se empleaba un cebo artificial de plomo con forma de delfín y también una caña con un cordel que llevaba un sedal de crin de caballo y un anzuelo de bronce con forma curva. Los cebos solían hacerse con una mezcla de harina, queso y leche cuajada. Para este sistema de pesca la paciencia era un gran aliado:  

“El pescador de caña se sienta en las rocas cerca del mar y con sus curvadas cañas y mortíferos anzuelos, tranquilamente, se apodera del pez de reflejos variados; y se alegra cuando, traspasándolo con las puntas de bronce, se lleva a través del aire al palpitante danzarín marino que salta alto sobre las profundidades”.  (Opiano, De la caza, I, 57)

Para la pesca con nasas se  usaba una especie de cestos hechas con mimbre, esparto o juncos entretejidos. Servían para pescar calamares, langostas, anguilas, bogavantes, y quisquillas siempre ayudados de un cebo. También se utilizaba una especie de corona de púas llamada calamarera o potera: 

“Como cuando los pescadores colocan una nasa para engañar a los peces, trenzada con esparto de Salamina, y en su interior ponen un pulpo o mújol tostado al fuego; el olor llega a las bajas riberas y conduce a los peces espontáneamente a la nasa, y ellos son incapaces de salir de nuevo y encuentran una terrible muerte”. (Opiano, De la caza, IV, 225)




La pesca con arpón o tridente era la más difícil por precisar de una gran fuerza y valor 
para manejar el arpón hecho de madera de pino que sujetaba a su mano con una gruesa 
cuerda. Se empleaba en la pesca del delfín: 

“El pescador hiere a un hijo suyo con el arpón Y mientras el delfín herido conserva su 
vigor, el pescador afloja la cuerda para que aquél no pueda romperla a causa de su violencia y para que a él mismo no le sobrevengan dos infortunios, a saber, que el delfín se marche
 con el dardo y que él quede burlado en su propósito; cuando advierte el pescador 
que el cetáceo se cansa y está algo debilitado por la herida, lleva la barca despacio 
cerca y saca a tierra su presa.” (Eliano, Pesca, I, 18)


Y también del pez espada:

 Tras decir esto, expone el método de captura del pez espada,…Se sitúa en el lugar de anclaje un oteador común para todos los botes movidos a dos remos; cada embarcación la tripulan dos hombres. Uno de ellos dos acciona los remos; el otro que está a proa se queda inmóvil con el arpón. El oteador le señala la presencia del pez espada, […] el hombre lo hiere de cerca; luego arranca el arpón del cuerpo de la presa, pero dejando en él la punta, que tiene forma de anzuelo, está ajustada al asta de manera muy floja y, además, lleva atado un hilo que le aflojan al animal herido hasta que se cansa en su esfuerzo por escapar. Después lo arrastran hasta tierra o lo cargan en el bote, […]   (Polibio, Historias, XXXIV, 3, 1-8) 
                                                                    
Sabemos que, al igual que en la actualidad, se empleaba un método de pesca u otro según la especie que se fuera a capturar.

Así pues, una vez más vemos clara  nuestra herencia que nadie debe olvidar.

Plurimam salutem!

*Imágenes propias