domingo, 3 de febrero de 2013

ANSER I- UNA PRIMERA PINCELADA




La oca o también llamada ganso doméstico fue una de las aves con más referencias en las fuentes clásicas, de manera que nos gustaría dedicarle unas líneas, igual que hicieron nuestros antepasados, a lo largo de unas semanas.

Por lo que hace a su etimología comentar que en griego presentaba el nombre genérico de chén que hacía referencia tanto a los gansos como a las ocas. De esta palabra se extraía el término chenoboskós, "criador de gansos u ocas", pues era muy frecuente su crianza en granjas como podemos leer en Homero, Odisea, XV 174: 

 “En esto empezó a hablar Helena de peplo ondulante: «Escuchadme, que voy a explicarlo según que en mi alma los eternos me inspiran y creo va a cumplirse: del modo que esta ave ha venido del monte en que está su progenie y su cuna y raptado la oca criada en la casa, tal Ulises, después de sufrir y de errar largamente, volverá a su mansión a tomar la venganza, si acaso no se encuentra ya en ella tejiendo ruinas a esos pretendientes.» y XIX 536: 

 “Tengo aquí una veintena de ocas que comen el trigo en la artesa del agua: me da gozo verlos. Soñaba con que un águila grande y de pico ganchudo, viniendo desde el monte, rompíales el cuello y matábalos; muertos todos ya y en montón, voló el águila al éter divino, mas yo en sueños lloraba y gemía, y al par las aqueas bien trenzadas juntábanse en torno al oír mis lamentos de dolor por la muerte que el águila diera a mis ocas”.

En latín se conocía como Anser anser y se le tenía en gran estima tras un hecho  que pasó a la historia gracias a Eliano, XII, 33 que nos comenta que son mucho más vigilantes que los perros: 
“Los perros son menos útiles que los gansos para ejercer la vigilancia, y esto lo descubrieron los romanos. En efecto, los celtas estaban en guerra con ellos, les hicieron retroceder con suma energía y estaban ya en la misma ciudad. Ya había caído en su poder toda Roma, excepto la colina del Capitolio, porque no les resultaba fácil escalarla, ya que todos los lugares que parecían accesibles a los atacantes mediante estratagema estaban preparados para la defensa. Era el tiempo en que el cónsul Marco Manlio custodiaba la antedicha colina que se le había confiado. Éste fue aquel que ciñó una guirnalda a su hijo por su gallardía, pero que lo condenó a muerte por abandonar su puesto. Cuando los celtas se apercibieron que la colina era inaccesible por todas partes, decidieron esperar a las altas horas de la noche y caer sobre los sitiados cuando estuvieran profundamente dormidos. Confiaban en que la colina les sería escalable por el lugar no vigilado y carente de protección, ya que los romanos suponían que los galos no atacarían por allí. Y, como consecuencia de esto, Manlio y la ciudadela de Júpiter hubieran sido capturados de la manera más ignominiosa, de no haber sido por la presencia casual y el alboroto de unos gansos. Los perros, ante la comida que les echaron, se callaron, pero los gansos -es propio de ellos gritar y hacer algarabía cuando se les echa algo para que coman-, con su clamor, hicieron levantar a Manlio y a la guardia que dormía con él. Por esto, los perros hoy en día siguen sufriendo la pena de muerte todos los años entre los romanos, en memoria de su antigua traición; en cambio, en días determinados, un ganso es honrado llevándolo con gran pompa en una litera

Plinio X, 26 también comenta el rol vigilante de los gansos: 

“El ganso también mantiene una guardia vigilante, hecho que está bien atestiguado por la defensa del Capitolio, en un momento en que, por el silencio de los perros, la república había sido traicionada: por ello, los censores siempre, lo primero de todo, se preocupan de la alimentación de los gansos sagrados. Lo que es aún más, también, hay una historia de amor acerca de este animal. En Ægium se dice que nació una pasión por un muchacho hermoso, natural de Olenos, y otro por Glauce, una doncella que era tañedora de laúd al rey Ptolomeo,…Casi se podría estar tentado a pensar que estas criaturas tienen una apreciación de la sabiduría, ya que se dice que uno de ellos era el compañero constante del filósofo, Lacydes, y nunca lo dejaría, ya fuera en público o en el baño, de noche o de día”

También Eliano, XIII, 25 comenta ese papel tan útil en la guerra: 

“Los indios valoran como animales útiles en las armas y en la guerra a los caballos y a los elefantes y les conceden un gran valor... No desdeña tampoco otros animales más pequeños, sino que los acepta también cuando se los ofrecen como regalos, pues los indios no menosprecian ningún animal ni doméstico ni salvaje. Así, los súbditos constituidos en autoridad le llevan regalos como grullas, gansos, gallinas”

Tito Livio, V, 47 narra que los gansos dieron la alarma cuando los galos entraron de noche en el Capitolio:  

“Luego, pasándose las armas cuando había algún paso difícil, apoyándose unos en otros, aupándose por turno y tirando unos de otros según lo exigía la naturaleza del terreno, llegaron hasta la cima en tan profundo silencio que no s610 burlaron a los centinelas, sino que ni siquiera despertaron a los perros, animales atentos a los ruidos nocturnos. No pasaron desapercibidos a los gansos, a los que no se tocaba, a pesar de la agudísima falta de alimentos, porque estaban consagrados a Juno. Esta circunstancia significó la salvación, pues sus gañidos y el sonoro batir de sus alas despertaron a Marco Manlio, notable hombre de guerra que había sido cónsul dos años antes”

Las fuentes clásicas nos transmiten muchas de sus características, como que es un ave migratoria que, al igual que los cisnes, cuando emprende el vuelo, simula la proa de las naves. 

A su vez, fue una de las aves que primero convivieron con el hombre por los pocos cuidados que requería su crianza y su lealtad de la que nos habla de nuevo Eliano, VII, 41:  

Lacides, el peripatético", era dueño de un ganso digno de admiración. Amaba intensamente a su amo; cuando éste caminaba, caminaba junto a él; cuando: se sentaba, descansaba, y no lo dejaba ni un instante. Cuando murió el ganso, Lacides le hizo un suntuoso funeral, como si se tratara de un hijo o un hermano”

Eliano, I, 6 de nuevo hace referencia a esa idea de fidelidad:He oído decir que un perro se enamoró de Glauce la citarista. Otros dicen que no fue un perro, otros un ganso”

Para su crianza, como ya hemos mencionado, existían personas especializadas de las que Ateneo, IX 384 b nos dice lo siguiente:  

Ulpiano dinos en qué pasajes de autores antiguos se consideran dignos de mención estos magníficos hígados de oca. Pues que conocían criadores de ocas lo testimonia Cratino, en Dionisalejandro cuando dice:”criadores de ocas, vaqueros” En otro orden de cosas Homero emplea el término tanto en femenino como en masculino en Odisea XV 161, XV 174 y XIX 536 y 537”


Varrón, III, 10 hace mención a los criadores de gansos: “Pasa ahora”, dice Axio, “a ese género que no está contento ni en granja ni en tierra alguna, sino que requiere estanques, al que vosotros los filogriegos llamáis ‘anfibio’. A aquellos en los que se crían gansos los llamas, con nombre extranjero, chenoboscion; de ellos, Escipión Metelo y Marco Seyo tienen algunas grandes manadas”.

Eliano, IV, 54 nos muestra que esta costumbre de criar a estas aves ya era conocida en Egipto, cuya imagen es frecuente en las tumbas egipcias del Imperio Nuevo. Seguramente llegó a Roma a través de los griegos: “Dicen los egipcios (y los sabios no prestan oídos sordos a lo que dicen) que, en una cierta comarca de Egipto, a la que dan el nombre de Heracles, hijo de Zeus, un muchacho bien parecido, como egipcio que era, que apacentaba gansos, era apasionadamente amado y admirado incluso por un áspid hembra. El áspid buscó la compañía del muchacho y le anunció en sueños las asechanzas maquinadas contra él por otro animal que era su compañero, por así llamarlo, porque estaba celoso del muchacho a causa de su novio. Y el muchacho hizo caso, obedeció y se puso en guardia”

Se creía que los gansos de mayor calidad eran los blancos, por ser más fértiles. Varrón, III, 10: “En primer lugar, ordenaba a un esclavo que al elegir observara que fuesen grandes y blancos, porque generalmente tienen pollos semejantes a ellos mismos, pues hay otro tipo abigarrado, que se dice salvaje, que ni se junta de buen grado con aquellos ni se amansa con facilidad”

Columela RR VIII, también indica cómo deben ser los gansos escogidos para la crianza: [3] “Cuando estas disposiciones se hagan, tenga cuidado de elegir hembras de tamaño grande y brillante: porque hay otra especie de  plumaje abigarrado, … pero no es tan productivo como el de color blanco

Pese a haber introducido un poco el tema de la crianza nos centraremos en él con más calma la semana próxima.

Plurimam salutem!

*Imágenes propias, salvo el dibujo de cómic y el cromo
 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace poco en Gran Bretaña, grandes conocedores de la cultura clásica, prohibieron en una famosa sala de exposiciones una fotografía artística de una mujer desnuda en pose erótica con un ganso (no, no era el príncipe Harry), por considerarla de mal gusto y escandalosa. Lo que ignoraban es que la obra de arte recreaba el mito de Afrodita y el ganso.
Tampoco sale muy bien parado en esta historia el perro, considerado el animal de vigilancia por antonomasia, pues como bien indicas Charo, Roma le debe más al ganso en este aspecto. Y si se trata del mundo occidental sería el cerdo al que se podría considerar el mejor amigo del hombre, no sólo por acabar en el pasado con tanta hambruna, como animal doméstico, sino porque de él se puede aprovechar todo.
Un saludo

Emilio

Charo Marco dijo...

Estimado Emilio, gracias por tu aportación. Como siempre muy interesante.

No conocía el dato de la exposición en Gran Bretaña, muy curioso. Lástima el desconocimiento del mito de Afrodita y el ganso.

Un saludo